Reina de la noche

¿Alguien puede desviar la luz
de las estrellas?

Hace ya tiempo que soy ciego,
y las cadenas no me dejan
mover la cabeza.

¿Alguien puede recoger las flores del cielo
y las nubes de la tierra?

Hace ya tiempo que siento la oscuridad
como el único reino de grandeza.
La fantasí­a me concentra
y la realidad me distrae.

¿Alguien puede ayudarme a encontrar
a una sombra con la forma
de una hermosa doncella?

Hace ya tiempo que me hizo nacer
por su voluntad,
y ahora me hará morir
por su belleza…

Las lágrimas se secan
en amorosos pañuelos
de tristeza.
Y al goteo se le llama
“Mal de amores”.

Susurros…
Voces que se pierden
en la oscuridad de la noche.
Ahora entra el silencio
con su traje y gabardina.
Y entre paréntesis, su voz.

¡¡Cállate!! Tenle un poco de respeto,
o nos encerrará a todos
en su aburrida prisión.

Busco a quien se hace llamar
Reina de la noche.

Quien me confió su corazón
en la noche mas oscura
de todas…

Esa noche perdí­
los ojos que buscan
y los labios que encuentran.
Ahora solo conservo
los sueños que recuerdan
y las piernas que andan
bajo unas estrellas
que me hacen recordar.

Hoy la noche llama desconcierto
a la mentira más absurda
de todas…
Y la oscuridad que absorbe
al silencio
no le deja encontrar
la verdad en sus palabras.

Las cadenas se rompen
con una sola mirada.
Y mis ojos se cerraran
cuando me mires.

La incertidumbre del olvido…
aún te quiero…
señora de la noche…
¿Eres tu la reina de mis sueños?

La furia del deseo se desata
en la gran batalla
de los sueños en los que quiero
y en los que tengo.
La derrota es lo que tengo
y la victoria es lo que me regalan
las mentiras que no quiero.

Tal vez fue la agoní­a
quien me invitó a vivir
sonriendo…
O tal vez tu sonrisa
la que me obligó a vivir
sufriendo…

Uno no llora si no sufre
pero sufre sin llorar, a veces,
como el que sufre por llorar
tanto llorando por sufrir demasiado
como por hacer sufrir, y llorar
a quien no lo merece.

La saliva llena la boca
con mil gustos que saben
a mil recuerdos,
como las baladas llenan los oí­dos
con mil bocas resecas
que han perdido la saliva
con mil palabras perdidas.

Mi diversión se basa
en la ecléctica música
del santuario.

Música que compone una sombra
con ojos empapados en cera negra
y con los brazos y las piernas
barnizados en tristeza.

Música que seguirán bailando
mis pies descalzos
que sangran al pisar
los anillos que abundan
en la tierra del compromiso.

(Pobre ignorante…
toda una vida mirando al cielo
y cuando decide cambiar
su punto de vista
encuentra un anillo
que ya no entra en su dedo.

¿Demasiado tarde?, tal vez.
O puede que demasiado pronto…)

La incertidumbre del olvido…
aún te quiero…
Señora de la noche…
no me hagas despertar
de este hermoso sueño.

Javier Sánchez Lobato

16-06-2000

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