Mar de Ozono III: La Carta

Hola mi amor, mi vida.
Siento ser yo otra vez quien te escriba,
pero estas palabras nunca podría decirlas,
aún menos intentarlo con saliva.

Hace tan poco que hemos hablado,
como siempre, como cada día.
Siempre estás y has estado ahí,
escuchando cada pizca que sentía.

Nadie planea este tipo de despedidas.
Hemos compartido tanto,
tanto que me decías,
tantas penas y alegrías.

Te he hablado siempre de él,
del amor de mi vida.
Ese que siempre alegraba mis días,
El que siempre me hacía feliz
sólo con su compañía.

Perdón si te cansaba todo lo que repetía,
Te mentí y no estuvo bien,
pero fueron dulces mentiras.
Nunca me arriesgué a perder tu amistad,
todo lo que desde niños me daba tu compañía.

¿Recuerdas nuestro paseo por el muelle?
Aquí tengo las fotos de ese día.
Me cogiste porque pensabas que me caía.
En ese momento supe que te quería.

Desde entonces ha sido todo una agonía.
Quererte en cada momento como parte de mi vida,
y sin atreverme a decirte la verdad.
Que el chico que me hacía reir y llorar,
no existía,
y que tu llenabas mi pecho de alegría.

Sé que siempre me viste como tu amiga,
tu mejor amiga.
Sé que tarde o temprano conseguirás a esa chica,
y serás muy feliz junto a ella.
Y si no es así,
piensa que el amor es como un ave rapaz,
que volando viene,
caza cuando menos lo esperas,
y volando se va.
Dejando su mensaje.

Quiero que sepas que te quiero,
que con esta carta te doy mi corazón,
porque dárselo a otro no puedo.
Que llevo mucho tiempo sufriendo por todo esto,
y no puedo obligarte a sentir lo que yo siento.

Sé que no entenderás mi decisión,
mis ganas de volar, de escapar,
huir de un mundo cruel como el nuestro.
Que si te lo cuento te pierdo,
y si no lo hago nunca te tengo.

Me despido de ti y de tu vida,
y quiero que hagas tu lo mismo conmigo.

Cuando la flor dejes caer sobre mi lecho,
como la lágrima que caiga de tus ojos,
será la última que dejes que caiga.
El último invierno, el último día de frio en tu vida.
Aunque hayan pasado años,
sabrás que ha llegado el momento de decirme adiós.
Como mi voz despidiéndose con un susurro,
como el momento en el que un ángel me recogió de tus brazos.
En ese momento estaré yo ahí para cogerte,
y que no vuelvas a caer,
y que no vuelvas a llorar.
Porque yo llevaré ese dolor que siempre llevas a cuestas,
y tendrás la paz y el amor que mereces,
conmigo, y con ella.

JAVIER SANCHEZ LOBATO
04-04-2016

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