Princesa del silencio

La ví­ctima mata al asesino,
consecuencia…
La ví­ctima es asesino
y el asesino es ví­ctima.
Cambio de papeles…
La función no puede proseguir.
Cae el telón en el primer acto.
Se apagan los focos
y aplaudimos…
pero no sabemos el por qué.

La dulce doncella
besa el aire
que mueve el abanico
esperando convertirse en princesa.
La mano que mueve el abanico
tiene huesos de cristal.
No estreches su mano,
si lo haces…
Moriremos todos ahogados, sin aire.

Los tambores y flautas
anuncian el comienzo
de la ceremonia.
Un hombre vestido en sombras
bebe sangre de un vaso leñoso
mientras repite oraciones ancestrales.

La dulce doncella
lleva un ramo de espinas,
lo sujeta firmemente…
Su sangre marca
el camino recorrido.
Sangre que bañara el pasado,
sangre que marcara su destino.

Vestida con almas, su velo,
y el corazón, su pelo,
peinado tantas veces
que ya no sabe lo que se merece.
Ojos atentos esperan su salto al vací­o,
y mientras ella
vestida en harapos,
simples harapos de plata y oro.

Su garganta esconde
el legado de Caí­n,
derrota y silencio.
Y el silencio en la garganta
de la derrota.

La dulce doncella
decide seguir su juego,
olvidar los recuerdos.
No desea negarle a un sí­mbolo,
a una cruz que ella no ha creado,
que nunca ha tocado.

La dulce doncella
empaña sus ojos
en mentiras y afirma
en la pregunta…

Por fin es princesa,
soberana y princesa del silencio.
Por fin es dueña
de la famosa capilla
de las voces calladas.

La mentira vence a la verdad,
la verdad miente a la mentira.
Consecuencia…
La verdad es mentira
y la mentira es verdad.
Cambio de papeles…
La función no puede proseguir.
La princesa ha muerto…

Cae el telón en el ultimo acto.
Se apagan los focos y aplaudimos…

Javier Sánchez Lobato

26-06-99

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