Espadas y paredes

Ella tiene algo que confesar,
se vacía en gritos de prioridad,
se llena de prioridades al gritar.
Sin control crecen las dudas
por controlar la histeria,
y entre miserias apenas llegar a pensar,
aún si quiera mediar palabra clara.
En la lucha entre dos siempre gana ninguno,
a veces oportuno preguntar,
mas valioso saber cuando callar,
apartarse en el momento menos oportuno,
no aguantar la carga de la caballeria.
Siempre queda que decir,
cuando el dolor mengua,
atendiendo los compromisos del destino.

La lucha es entre la razón y el corazón,
apenas sin tiempo de asignar papeles
para la última gran función.

No bienvenidos son los aplausos
cuando la razón exige razones
que el corazón no entiende.

Y no es de rigor dar la bienvenida al rencor,
el siempre llega a tiempo a casa,
no se retrasa para ver
las miradas que se dedican,
los besos que se estampan,
Disfruta con verlos no callar,
aún si quiera mediando palabra clara.

Quien marca la fragilidad de un hombre,
limita las virtudes de su camino,
quien sospecha de los fracasos,
encadena sus manos a una mentira,
escribe el dialogo de su guion de angustia,
asigna papeles de vencedor y vencido.

Quien lee en voz alta una esquela,
no por querer cantar quiebra la voz,
quien condena a gritar en numerosa soledad,
a hierro confesor de pesares,
mentir como miente en numerosa compañia.

Amar es intentar comprar con diez años de tristeza
un solo minuto de alegria,
mirar atras con ojos borrosos,
adelante siendo ciego y mudo.
Sanar con besos las heridas,
aún antes de saltar al vacío.
Convencer sin estar convencido.
Cambiar pasión por pereza,
nombrar a ratos la tristeza,
susurrar sin miedo un te quiero.
Tropezar siempre para volverse a levantar,
con la espada en alto para preguntar.

Ella aún tiene algo que confesar.

Javier Sánchez

16-05-10

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